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El
4 de diciembre de 1950 falleció Eliseo Grenet, uno de
los más importantes músicos cubanos, renombrado y
exitoso compositor. Autor de una buena cantidad de
famosas e imprescindibles canciones cubanas, solo
citar algunas no da una idea del gran talento que poseía
este habanero que desde muy niño se inició en el
oficio de crear y ejecutar una buena parte de la mejor
música que se ha escrito en Cuba. Estas son algunas
de sus piezas más famosas: "Mama Inés",
"Drume Negrita", "La Mora",
"Papá Montero", "Tabaco Verde",
"Las Perlas de tu Boca", “Si me pides el
pescao”. Escribió Zarzuelas como "La Virgen
Morena" y "Niña Rita", escrita en
colaboración con Ernesto Lecuona en 1927.
Transcribimos aquí un artículo de
su amigo y poeta Nicolás Guillén, publicado unos días
después de la muerte del músico.
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ELISEO GRENET
Nicolás Guillén
¿Llegó hasta Venezuela la fama de
Grenet, Eliseo Grenet, el mentadísimo compositor
popular cubano, que recién ha fallecido en La Habana
de manera fulminante? Seguramente sí. Él había
recorrido la América no solo «a pie y caminando»,
sino en alas de sus canciones, tan criollas y, sobre
todo, tan suyas.
Grenet murió de un tirón, de un
solo trago, sin dejarnos tiempo para verle y
consolarle. Mejor ha sido así. La verdad es que
tenderse en el lecho familiar, ya mortuorio, con la
conciencia clara de que no nos levantaremos más de él;
sentir uno y otro día el cáncer que nos muerde las
entrañas, el pulmón que se nos deshace en la saliva,
el corazón apretándonos el pecho, es una peripecia
lastimosa, demasiado animal para que satisfaga el buen
gusto de un artista, más aún de un bohemio como el
fecundísimo autor de Mamá Inés.
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Eliseo
Grenet tenía 57 años, pero fingía 40. Pequeña la
talla, anchos hombros, corto el cuello, que sostenía
una cabeza poderosa, de líneas fuertes y bien
distribuidas, el físico del popular compositor ofrecía
un aspecto sui generis. Una pulgada menos, y
habría sido la catástrofe. Viéndole nos sentíamos
inclinados siempre a concederle siquiera dos pulgadas
más… Era hombre decidor, alegre, inteligente, simpático.
Había nacido aquí mismo en La Habana, en 1893. A los
nueve años empezó a despuntar, con una revista
musical o cosa semejante titulada «Geografía Física»,
que estrenó en cierta fiesta de su escuela. Poco
después estaba ganando un dólar cada noche como
pianista de un cine de barrio, La Caricatura, donde la
Bertini moría dramáticamente de tuberculosis en los
brazos inevitables de Gustavo Serena. ¡Con qué
gracia solía contar el músico estas cosas! |
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Sin alcanzar la enfermiza categoría de un «niño
prodigio», pues de lo contrario no habría sino nunca
el trabajador prodigioso que fue luego, Grenet dio
muestras de una extraordinaria precocidad artística.
Adolescente aún, dirigía la orquesta del célebre
Politeama Habanero (2) y echaba a
volar sus primeras composiciones. ¿Quién no recuerda
entre nosotros letra y música de Si muero en la
carretera, no me pongan flores, Allá en la Siria hay
una mora, Si me pides el pescao, te lo doy y
tantas guarachas más, sustancia del folklore nacional
en lo que son los treinta primeros años de República?
En 1920 Grenet trabajaba junto a Arquímides Pous, en
el apogeo del teatro «cubano», ese convencional
tablado que no es cubano ni teatro, pero que desde la
Colonia es lo único «vernáculo», lo único «criollo»
que podemos ofrecer a los extranjeros, no solo en lo
que hizo Pous (el mejor de todos, en realidad), sino
en lo que hicieron y hacen todavía quienes creen que
la vida cubana gira exclusivamente alrededor del
gallego, la mulata y el negrito, en un enredo estúpido
y falso, tan falso y estúpido como los mismos
personajes. Esta es la época de los pregones en
Grenet. El tamalero, El botellero, El aguacatero, etc.,
anduvieron entonces de boca en boca, con aquel éxito
loco que lograba enseguida todo lo que salía de sus
manos, de su inspiración. |
Recuerdo que cuando, unos años más tarde, en 1930,
publiqué los Motivos de son, Grenet fue uno de
los primeros en lanzarse sobre esos poemas. Surgieron
así Negro bembón, Sóngoro cosongo, y
otros más. Su hermano Neno, ya muerto también, se
enredó con otros poemas míos –Quirino con su
tres, Yambambó, Tu so nabe inglé–, los cuales
por cierto tienen una jerarquía musical más seria, más
liberada del ritmo puramente verbal o poemático dado
por el autor del texto.
De por aquellos días, hace ya
veinte años, databa nuestra amistad. Nos veíamos con
mucha frecuencia entonces. Luego él se fue hacia
Europa, hacia España, dícese que urgido por la tiranía
machadista a causa de un bolero titulado Lamento
cubano, que todavía ser canta:
Oh,
Cuba hermosa,
primorosa,
¿por qué sufres
tantoquebranto?
Oh, patria mía,
quién diría
que tu cielo azul
nublara el llanto… |
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En España trabajó muchísimo y ganó muchísimo
dinero, no solo con los derechos de Mamá Inés,
que en la Península hizo furor, sino con zarzuelas
como La virgen morena, libreto de Aurelio
Riancho, la cual alcanzó más de mil
representaciones. De España saltó a París. En el
cabaret La Cueva dio a conocer la conga, que pegó de
inmediato, ¡y de qué manera! Ahora estaba ocurriéndole
algo semejante aquí en La Habana, pero con el sucusucu.
¿El sucusucu? Sí, señores. Si quieren oír su música
ahí en Caracas tendrán que pedirle permiso a Miguel
Otero Silva, que se llevó dos discos de La Habana
hace muy pocos días.
Aún faltan datos de esta
novedad. Dícese que es un baile que viene del siglo
pasado. Cuando Grenet visitó hace unos meses la Isla
de Pinos dio con un ritmo que le llamó mucho la
atención. Un amigo suyo, establecido en la Isla y que
conoce aquellos andurriales como la palma de su mano,
le explicó entonces que era una danza muy antigua
entre el pueblo y que su nombre provenía del ruido
especial que hacen los bailadores sobre el piso, al
arrastrar rítmicamente los pies: sucu, sucu; sucu,
sucu; sucu, sucu… Grenet trajo su descubrimiento a
la capital, donde está siendo el hit del
momento:
Ya los
majases no tienen cueva,
Felipe Blanco se la tapó,
se la tapó
se la tapó
se la tapó
que lo vide yo… |
Díjose, por cierto, al sobrevenir la muerte súbita
de Grenet, que ella se había debido a un disgusto del
compositor, porque la Comisión de Ética Radial le
prohibió el sucusucu, por lo escabroso de la letra.
Pero ya se sabe que eso no es verdad. Grenet cayó
fulminado por un derrame cerebral sin causa externa
alguna, el cual le hizo perder el conocimiento
enseguida y lo llevó a la tumba unas horas después.
Con él se nos ha ido un pedazo del folklore musical
de Cuba, un compositor fresco y fácil, cuyo sentido
«bachatero» del ritmo expresa una manera que siendo
mulata (como en Anckermann y Moisés Simons) es
profundamente criolla y nacional.
La Habana, 13–XI–1950. |
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