Noticias, Reportajes, Entrevistas sobre la Música de Cuba, sus Protagonistas, su Historia... y mucho más.

Nº 1

Noviembre 

de 

2007

 

 

La Lupe, desgarre del feeling y búsqueda del yo          por César Sánchez Beras

   Guadalalupe Victoria Yoly Raymond, nació en el barrio San Pedrito, en Santiago de Cuba, en 1936. Hija de Paula Raymond y Tirso Yoli. Aunque siempre quiso ser artista, su padre nunca aprobó esta carrera para su hija, a la cual miraba en un futuro como maestra normal. La Lupe, le concedió a su padre ese deseo paterno y se recibió como maestra, pero en su inmenso corazón, el arte era lo primero entonces, de ahí que sólo se graduó de maestra, pero siempre se dedicó a lo que verdaderamente llenaba su vida, el canto.

    Sus inicios
    Corrían los años de 1950 cuando toda Cuba fue sacudida por la noticias creciente de una mulata que causaba sensación en los establecimientos artísticos de Santiago. La prensa cubana reseñaba el éxito sin precedente que alcanzaba una mulata criolla en el barrio del Vedado en un club nocturno. 

 

    La noticia no era exactamente por su voz y talento inigualable, sino por su temperamento en escena, por sus excentricidades en el escenario, lo cual conmocionaba a quienes la veían. Los más tímidos al enjuiciarla le etiquetaban motes de: Loca, endiablada, excéntrica, escandalosa, pues por primera vez el mundo observaban a una artista expresarse con los instintos primarios de la inspiración creciente, sus alaridos al público y sus gestos, parecían mas de un trance de orgasmo que de una cantante de boleros. Dicen los que la vieron (yo pude verla para cortarme las venas también) que cuando cantaba un bolerazo llamado “No me quieras así” de la autoría de Facundo Rivero, La Yiyiyi sufría una transformación completa, y la mujer que minutos antes había empezado a cantar un bolero, se transformaba en una loba en celo cantando su desgarre, su karma de mujer aprisionada en los decires de una sociedad que aun hoy no está preparada para tales entregas.

    Aunque Guadalupe, artista plenamente, influyó mucho el ambiente en donde se desarrolló. Su barrio era para entonces un enjambre de manifestaciones artísticas. En su hábitat florecía el folclor cubano, las canciones de trova, el son y la cubania de la décimas, el sincretismo religioso y algunos de los mejores artistas cubanos de todos los tiempos como Singo Garay. Aunque lo que más influyó quizás en su vida artística fue la devoción temprana que ella profesó a tres divas de la musica romantica, como son: las cantantes Edith Piaf, Lola Flores y Olga Guillot. 
    En 1955, se une al trío Los Tropicubas, dirigido por Eulogio Reyes Mesías. Una escripción física de la Lupe, de la época la dibuja como: “mulata clara y atractiva, de pechos enormes, nariz respingada y ojos achinados y de cutis y dentadura de niña. Se peinaba a la cola de caballo y siempre llevaba un aire de cabaretera” .

     En el año 1958 debuta como solista en el night club y nuevamente obtiene un éxito arrollador, donde el público abarrotaba el lugar para verla en su increíble performance de mujer en catarsis, gritando entre fraseo del disco, llorando sus penas de amores hondos, mordiéndose las manos, agarrándose los senos, arañándose la cara, diciendo palabrotas al público, arrojándole los zapatos y la peluca al auditorio o golpeando al pianista que le provocaba esas sensaciones con sus acordes. Pero quienes la vieron en ese rito de frenesí, tenían que reconocer al mismo tiempo la pasión que ella desbordaba en escena, su prodigiosa voz de timbre natural, y su entrega verdadera de artista desgarrada.

“…Hoy me pides tú
las estrellas y el sol 
y no soy Dios…” 

 

   Sus primeras grabaciones
     Su primer trabajo discográfico rubricaba su fama de loca pues se titulaba Con el diablo en el cuerpo. De esta producción son los temas: “Crazy love”, de Paul Anka, “Quiéreme siempre” de G. Lyner-R Guthril, “Alone”, de Silma Graft, “Fever”, de Bavenpor-Cooley y su éxito en ritmo de bolero “No me quieras así” de Facundo Rivero.

Aunque algunos de esos temas eran norteamericanos, la orquestación y la calidad interpretativa de la Lupe, le dieron un sabor, que le trajeron consigo el mismo éxito de la Lupe en los escenarios de cabaret. En 1960, junto al Benny Moré, la RCA Víctor le otorga a la Lupe el Disco de Oro de popularidad.

   Comenzaba el año 1963, cuando de mano de un empresario italiano la Lupe llega a Nueva York, donde siendo una desconocida tiene que trabajar por escasos dólares en shows nocturnos. Un toque de suerte la pone en contacto con el percusionista cubano Mongo Santamaría quien la une a su banda, grabando luego Mongo introduce La Lupe, donde aparecen “oye este guaguancó”, “Montuneando”, “This is my mambo” y otros.

   Otra carta de triunfo para Guadalupe Victoria fue su encuentro con Tito Puente, quien la invitó a los shows de su orquesta y le grabó el conocido bolero “Qué te pedí” de Fernando Mulens, bolero que no parecía ser escrito por otra persona sino que ella lo creaba en cada actuación, único y diferente, nunca lo hizo igual para el auditorio que la aplaudía delirantemente. De esta época es su repertorio más variado: bolero, bossa nova, guaguancó, cha-cha-cha, bomba, joropo, merengue y cantos de santerías. 

    Otras producciones de La Lupe de este periodo:

  • La excitante Lupe y Tito Puente (1965)

  • Homenaje a Rafael Hernández (1966)

  • La pareja (1978)    

  Estas discográfica la hizo la reina del feeling del momento llenado a capacidad los más reconocidos ambientes de música de New York: The Manhattan Center, el Carnegie Hall y el Madison Equare Garden. 

   La caída 
    Como todo ser humano la Lupe, arrastraba un Karma existencial, lo que en unos es el juego de azar, los que en otros es el sexo o la política, la Lupe arrastraba la búsqueda incesante del yo, del otro ser que me alucina adentro, ese que muy pocos ven en el espejo de la vida o en el espejo físico de la cotidianidad. 

   La Lupe lo buscó por muchas vías, algunas quizás equivocadas, pero todas sinceras. Su gran energía para la interpretación la puso al servicio de su espiritualidad, buscando esa otra parte del ser que complementa la existencia. Ella la buscó en la Santería y su sincretismo: Ochún (Caridad del Cobre) y Changó (Santa Bárbara). Algunos dicen que se buscó en el alcohol y otros, los más atrevidos, aseguran que su persecución espiritual llegó a las drogas duras, al Voodú y a la iniciación espiritista, para terminar, alejada del canto, como una ministro del protestantismo.

   Para esta época Guadalupe había perdido toda su fortuna en manos de muchas gentes sin escrúpulos, que viendo su necesidad espiritual, azuzaban su búsqueda para obtener generosos recursos de la artista. De ahí que vendiera su lujosa casa, sus joyas, sus pertenencias y de quien fuera la reina indiscutible de la noche, sólo quedaba la oscuridad de los ídolos rotos, la amargura del descenso y la carcajada final de la caída.
   Aunque grabaría nuevos álbumes y se recuperara un poco, la vida no era la misma, no se podía bañar otra vez en el mismo río de su fama, porque como en el río de Heráclito, el mito, la diva, la mujer desangrada era la misma, el río dolorosamente era distinto.

“…Teatro, lo tuyo es puro teatro
calculado simulacro…”

   El mundo cambió y ella en su necesidad parecida a una fuga, no se dio cuenta de ello. La salsa había desplazado momentáneamente al bolero, el ritmo vapuleaba al felling, el timbal y la conga daban cuenta del acorde incisivo de la guitarra o el quejoso lamento del bandoneón. Atrás quedaban los años de Gloria de El Vedado, donde dio su carta de presentación, atrás quedaba la multitud delirante que la oyó canta “según tú soy la Tirana” en los grandes espacios de Nueva York. Atrás, dolorosamente lejano quedaba el público que la idolatraba cuando cantaba un bolero existencial que desangraba al mas inmune. 
    Ella, la reina del desamor, rodaba en la caída. Quienes la vieron en la silla de ruedas viviendo de la caridad pública del estado de Nueva York, dudaron que era la misma. Quienes la vieron deshilachada en los vericuetos de la pobreza extrema, no adivinaron nunca que ella fue la diva que amamantó el desgarre en las noches de bohemia, quienes la vieron recogiendo una pensión de muerte, no creen que cuando cantaba su tragedia, le arrojaba al auditorio ingrato que hoy le daba la espalda, el anillo de brillantes de miles de dólares que compraría la noche anterior en la octava avenida de Manhattan.No, quienes, la amaron en el ascenso no la perdonaron en la caída, por eso los amantes del mundo, los que aún se desangran en sus boleros trágicos y violentos, los que aún se apuñalan por dentro con su voz de cabaretera y sus quejidos de loba en celo, todavía, los que somos sus fans y perdonamos sus errores, no nos conformamos con la imagen grotesca que hizo la vida de esta diva, sino que nos quedamos, con el Haayyyyyyyy, saliéndole del alma, cada vez que se decía a ella misma: “¿Pero, qué te pedí?”.