Danzas
y contradanzas |
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Editado
en 2003 por la SGAE, el
doble CD 'Todo Cervantes.
Todo Saumell' revela la
capacidad interpretativa del
pianista Frank Fernández.
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por
ENRIQUE
COLLAZO,
Madrid
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Resulta
estimulante para la cultura cubana
disponer de un doble disco compacto
como Todo Cervantes. Todo
Saumell (editado por el sello
Autor de la SGAE), donde se
ejecutan al piano las danzas y
contradanzas de estos dos geniales
precursores de la identidad musical
de la Isla.
Las danzas
de Ignacio Cervantes (1847-1905)
representan un valioso legado para
la creación pianística de su
tiempo; es por ellas que se le
reconoce como el más importante músico
cubano del siglo XIX. Sus obras
poseen la rara y apreciable virtud
de sintetizar el espíritu de la
nueva nación que emergía, a la
vez que emana de ellas un profundo
romanticismo y una extraordinaria
sensibilidad, lo cual denota el
buen gusto y el refinamiento del
compositor.
Las danzas
o microformas cervantinas son
especies de miniaturas románticas
en las cuales se refleja el sentido
costumbrista, lírico, sensual,
jubiloso, humorístico y hasta
picaresco de la época. Este se
expresa tanto por los títulos de
las composiciones como por la melodía
que encierran, en la que se aprecia
un acento, una magia, una
espontaneidad que las distingue.
Entre los títulos más sugerentes
y que anticipan los compases rítmicos
fundamentales de la música popular
cubana, con su recurrente síncopa
y súbitos cortes, así como sus
armonías y contrapuntos característicos,
están Los tres golpes,
Almendares, La carcajada, La camagüeyana,
Pst y Los muñecos.
Compositor
y pianista habanero, Manuel Saumell
(1817-1870) creo gran cantidad de
contradanzas impregnadas del rico
sabor criollo de los ambientes
populares de su época. Fue un músico
integral y tuvo la singular virtud
de ejecutar tanto la música de
concierto como la destinada a ser
bailada o escuchada en los salones
más frecuentados por el público
de entonces. Una novela tan emblemática
de la nación que entonces se
gestaba como Cecilia Valdés,
expresa en sus páginas cuán hondo
calaron en las costumbres populares
las danzas y las contradanzas,
sobre todo en tiempos de la
juventud de Saumell.
Estas
composiciones lo convierten en el
iniciador de ciertos estilos rítmicos
y melódico-armónicos que
ulteriormente evolucionaron y
nutrieron a géneros tales como el
danzón, la habanera, la guajira,
la guaracha, etcétera. Temas como Las
quejas, La Tedezco, Los ojos de
Pepa, El somatén, La nené, La
paila y La guayaba,
entre otros, expresan motivos
capaces de trasmitir la sandunga y
la picardía criollas, y a la vez
la conciencia independiente que las
había engendrado.
A lo largo
de su dilatada y prolífica
trayectoria, la pianística cubana
ha dado muestras de una riqueza y
renovación permanentes. Sin duda
alguna, el maestro Frank Fernández
es uno de los más destacados
exponentes de la llamada escuela
cubana de piano. Con una muy sólida
formación profesional, que le
permite ejecutar magistralmente
tanto la música sinfónica como la
popular —sus interpretaciones de
músicos tales como Tchaikovski y
Gershwin han sido memorables, así
como sus ocasionales colaboraciones
con el sonero Adalberto Álvarez—,
parecía a todas luces el
ejecutante mejor dotado para asumir
la responsabilidad de este trabajo
discográfico.
Su pasión
desbordada a la hora de
interpretar, su virtuosismo, su
absoluto dominio técnico, su
sensibilidad para captar las
esencias más profundas del espíritu
romántico de estas composiciones
—con todo el intenso lirismo melódico
y armónico propio de ese
estilo—, siendo capaz, incluso,
de renovarlas, convierten su
interpretación en una auténtica
joya creativa, sobre todo porque
gracias a ella nos revela una vez más
la génesis de nuestra identidad
cultural.
Una obra
discográfica de obligada consulta
para músicos y especialistas.
También una espléndida fuente de
placer y regocijo para los
sentidos.
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