Pancho
Amat
El rápido de
Güira de
Melena
Por
Pablo
Larraguibel
|
Pancho Amat (Güira
de Melena,
Cuba, 1950),
uno de los
maestros
actuales del
tres cubano,
en una larga
conversación,
habla del
porqué de su
música, de
la relación
con el
bailador, con
las raíces.
De su paso
por Chile. De
sus maestros,
compañeros
de trabajo y
otros músicos
(“Miguelito
Cuní, un
maestro; Tata
Güines, la
simpatía
hecha maestría;
Mongo
Santamaría,
el recuerdo
entrañable
de una
generación
de la cual me
nutrí por
primera vez;
Santiago
Auserón, me
ayudó a
reconocerme;
si el
anonimato
tuviera
estatura, Lilí
Martínez sería
el Everest...”).
Su disco, De
San Antonio a
Maisí con
El Cabildo
del Son, editado
en 2000, es
un recorrido
por buena
parte de la música
cubana, con
una excelente
presentación,
tanto musical
como gráfica.
Pancho Amat y
el productor
español Paco
Dueñas dejan
en claro las
razones que
los motivaron
a abordar
este
proyecto, qué
pretendían,
la pasión
con la que lo
llevaron a
cabo y todo
lo que rodeó
esta
interesante
aventura
musical. |
Música
cubana en
España
Paco
Dueñas:
A Pancho
lo conocí
aquí en
Madrid, en
uno de los
viajes que
hizo acompañando
a Santiago
Auserón*.
Esto fue en
1995 cuando
ya Santiago
había hecho
una cierta
profundización
en la música
cubana; después
de que había
dedicado dos
o tres años
sabáticos de
su tiempo en
hacer un
estudio de la
música
cubana y de
sacar a través
de su sello
una
recopilación
de música
llamada
Semilla del
Son, de
cuatro volúmenes.
Hasta ese
momento no
había ningún
mostrador que
pusiera “música
cubana” en
ninguna
tienda de
discos. A
partir de ahí
España se
encuentra con
la música
cubana. También
comenzó el
fenómeno de
Compay y todo
lo demás...
Santiago es
el auténtico
responsable.
Pancho Amat: Compay
Segundo viene
aquí en el
92 por
primera vez y
participa en
el encuentro
de flamenco y
son cubano
que se
celebra en
Sevilla, del
que Santiago
era parte del
comité
organizador.
Junto con la
fundación de
Pablo Milanés,
mandan a
Compay para
acá. La
relación con
Santiago
Auserón se
mantiene
durante más
de dos años
y desemboca
en noviembre
del 95 cuando
Santiago
convence a Dro,
que es una
compañía
discográfica
que nada
tiene que ver
con el son ni
la música
cubana, para
grabar el
primer disco
de Compay acá,
que es, a mi
juicio, el
mejor. Los
demás pueden
tener otros
atractivos,
quizá más
comercialistas,
ese atractivo
pa’l
enganche.
Pero el disco
que más
valores
tiene, visto
desde el
punto de
vista musical
de un
especialista,
ya no estoy
hablando como
público, fue
aquél.
Claro, el
productor era
Santiago
Auserón, y
no se iba a
permitir otra
cosa que no
fuera esa.
De San Antonio a Maisí
Paco Dueñas:
Esta, De
San Antonio a
Maisí, es
nuestra
primera
producción.
Nosotros no
teníamos
ninguna
experiencia.
Y ¿por qué
nos metimos
en esto?
Primero por
deseo, esa
fuerza que te
lleva a hacer
las cosas,
como mágica,
de meterte en
un follón de
estas
características.
Un poco por
vanidad,
meterte,
participar en
una propuesta
que no conocíamos.
Quienes nos
conocíamos
éramos las
personas que
participamos
y creo que la
propuesta se
intuía y de
alguna manera
sabíamos lo
que quería
salir. Luego
subyacen unos
componentes más
profundos.
Los
invitados del
disco
Pancho
Amat:
Los
invitados están
ahí por
varias
razones. Una
de ellas es
para dar una
imagen de
continuidad
en la música
cubana y en
el son
cubano. Hay
invitados
sexagenarios
y otros de
veinte y
tantos años:
Fernando
Álvarez, que
cantó con
Benny Moré e
incluso le
hizo la
segunda voz.
Es un
destacadísimo
bolerista en
Cuba. Accedió
a venir a
hacerle la
segunda voz a
William,
nuestro
cantante, en
el bolero Mucho
corazón. La
idea era a
través de él
tocar a Benny
Moré en el
disco. También
se trataba
con esa canción
de
representar
la relación
de Cuba con
el mundo,
porque ese
bolero son es
de una
mexicana.
Tratamos, en
una apretadísima
síntesis, de
dar muchos
signos.
Fernando Álvarez
hizo en esta
canción, la
misma segunda
que le hacía
a Benny. |
|
Candito Zayas.
Con él queríamos
representar
el elemento
africano. Él
es el
cantante
emblemático
del Conjunto
Folklórico
Nacional. Él
había hecho
una película
donde yo hice
la música,
se llamaba La
Última rumba
de Papá
Montero. Yo
hice la
dirección
musical.
Candito me
propuso este
tema, Fanía.
Silvio Rodríguez.
Porque es mi
generación.
Yo quería
que Silvio
cantara una
de sus
canciones,
sobre todo
para que no
se me quedara
el repertorio
en la primera
mitad del
siglo XX. Ya
teníamos
canciones mías,
pero yo tengo
más peso artístico
como
instrumentista
que como
compositor y
yo quería
que
apareciera ahí
una canción
que dijera
“Silvio
Rodríguez”.
Eso, además
de imagen, da
prestigio.
Santiago
Auserón.
Quería
tenerlo como
cantante en Al
vaivén de mi
carreta, en
una versión
que debe
bastante a la
que salió en
un single en
España.
William Baloy.
Es hijo de Félix
Baloy un
emblemático
sonero, tiene
veinte y pico
de años.
Interpretó
dos
canciones.
Alejandro
Sequeda.
También
tiene un
sexteto y
cantó en mi
primer disco.
Con su voz
aquel disco
obtuvo el
premio de la
Crítica en
Cuba. Yo quería
que hubiera
continuidad,
en este
disco.
Interpreta Reclamo
místico.
Daniel Amat.
Cuando
empezamos el
proyecto no
tenía
guitarra, era
el mismo
repertorio
que tú oyes
pero con
piano. Es difícil
hacer
coincidir al
tres con el
piano. Era un
reto, pero
teníamos
unos cinco o
seis temas y
los teníamos
muy logrados.
Por
circunstancias,
Daniel, el
pianista, no
pudo seguir
en el
proyecto, así
que
obviamente,
por gravedad,
cayó una
guitarra,
porque además,
dónde
conseguía yo
un pianista
que tocara así.
Toca moderno,
pero en los
tumbaos es
rancio
antiguo. Lo
que pasa es
que este
pianista
tiene claro
que hay que
elaborar a
partir de las
raíces. Una
vez que las
raíces están
claras, tú
puedes darte
cuenta de dónde
está la
modernidad.
Con estos
cantantes
fuimos
tratando de
dar esa
imagen de
continuidad.
Fuimos
buscando la
manera de que
cada cosa
fuera
diferente
para colorear
el disco y
fuimos
tratando de
quitarle un
poco de
responsabilidad
a William
Borrego
porque era su
primer disco.
Así con
estos
invitados él
estuvo más cómodo
y sintió
menos
responsabilidad
al no tener
que cantar
los doce
temas.
|
Algunos tracks
FANÍA:
Nunca había
oído este
tema. Fui a
casa de
Candito Zayas
un sábado
por la tarde.
Ahí, él me
dice “Oye
esto. No
conozco al
autor pero es
un viejo son
que tocábamos
ahí en el Conjunto
Folklórico”.
Lo cantó,
yo lo grabé
y no tuve
ninguna
referencia
para hacer el
arreglo. Hay
unos momentos
donde se
hacen unos
acordes por
cuarta. Que
suenan muy
modernos. Sólo
fue ahí
donde hice
otra armonía.
Para enlazar
una cosa con
la otra me
fui y moví
por tonos
enteros unos
acordes por
cuarta. Que
eso siempre
suena viril.
Esos acordes
con cuarta y
con quinta
puestos ahí,
está tomado
no sólo del
jazz, también
Stravinsky lo
usaba, es un
recurso para
endurecer. De
ahí lo saqué.
En
el momento
que fuimos más
para atrás,
a buscar algo
que fuese
bien negro,
bien
africano, es
donde va más
pa’lante la
cosa. Que se
siente más
moderno. |
LA COCAINÓMANA:
Cuando invité
a Silvio yo
quería que
él cantara
una canción
suya, pero
Silvio quería
cantar una de
Matamoros prácticamente
desconocida, La
cocainómana.
Por
supuesto
cuando me la
enseñó le
dije que sí,
porque tiene
mucho valor
cultural
desempolvar
una canción
de Matamoros.
Imagínate tú
que yo llamé
a uno de los
especialistas
que han
escrito un
libro sobre
Matamoros, y
le hablé de
la canción y
me dijo:
“Esa canción
no existe”.
“¿Cómo
que no va a
existir?”
le dije yo.
“Espérate,
déjame ir al
libro”, me
dice, y
continúa:
“Coño, el
libro dice
que sí, que
la grabó en
1932, y creo
que muy poca
gente la ha oído”.
Haberla
incluido
tiene el
valor de
rescatar una
canción de
Matamoros
olvidada, que
casi todas
las de él le
han dado la
vuelta al
mundo, y además
el valor de
que la
desempolva y
canta Silvio
Rodríguez.
Silvio me
llamó cuando
ya le había
puesto la
voz. Yo le
dije “Oye,
qué
bonito...
Bien”. Él
estaba con
problemas de
garganta, y
me dijo:
“Oye, Panchón,
hay una parte
donde se me
sale una
flemita”.
Le digo yo
“No hombre,
no importa,
que para esta
música me
parece que
está espontáneo,
y está
bien... Ya yo
buscaré y te
enmascaro la
voz ahí”.
Y me dice.
“No, no. Tú
no me vas a
dejar sólo
ahí. Tú me
le vas a
hacer un
segundo a
eso”. Yo no
quería
porque Silvio
no será un
cantante a lo
Pavarotti,
pero es una
voz más que
definida y
decantada
ante los oídos
del público.
Entonces tuve
que hacerle
segundo a
aquello. Me
costó muchísimo.
Pero gracias
al hecho que
yo ya había
trabajado con
Silvio en
discos, y de
sentirlo muy
cercano su
sonido,
probablemente
por el hecho
de haber
empezado
juntos,
haberlo visto
crecer,
haberlo
seguido... me
hizo cambiar
el plug. Había
que hacerle
el segundo a
Silvio, no a
un cantante
de son. Creo
que salió
una versión
muy curiosa.
FLOR DE
PANTANO:
“Oye
Pancho, acaba
de salir un
disco de
Serrat, el Tarrés,
que canta
una canción
que se titula
Yo sé de
una mujer, que
tiene la
misma letra
que Flor
de pantano. Es
la misma.
¿Cómo la
vamos a
titular
nosotros?”,
me llamó un
día Paco un
poco
alarmado. Me
fui a la
Sociedad de
Autores y
efectivamente
aparece
registrada
como Yo
sé de una
mujer. Fui
a ver a un
especialista,
un
musicólogo
que sabe
mucho de
cosas de
trova. Me
dijo: “La
canción, Yo
sé de una
mujer, fue
hecha a dos
manos.
Graciano
Gómez hizo
la música y
Gonzalo
Sánchez
Galarraga la
letra”.
Sánchez
Galarraga fue
un hombre de
letras de la
primera mitad
del siglo XX,
que escribió
mucha poesía
y algunos
autores del
mundo de la
trova de
aquellos
años le
pusieron
música a
algunas.
Incluso
Ernesto
Lecuona
musicalizó
poesía de
él. Era un
individuo
amante de la
trova y
había un
café
emblemático
donde
coincidían
todos los
trovadores,
el Café
Vista Alegre.
Sánchez
Galarraga lo
frecuentaba.
No sólo era
un hombre de
letras. Era
abogado y
tenía cierta
solvencia
económica y
él llegaba
ahí y pagaba
los tragos,
porque
disfrutaba de
aquel
ambiente.
Este es un
soneto
clásico
titulado Flor
de pantano. Cuando
Graciano le
puso música
y lo llevaron
a la radio le
dijeron
“Coño,
¿Flor de
pantano? para
un libro
está bien,
pero para
meterlo en la
radio... ¿No
hay manera de
suavizar
esto?”. Y
pasó a
llamarse Yo
sé de una
mujer que
es la primera
línea de la
canción. |
|
Post-producción
Paco: Este
disco no es
una propuesta
de una
multinacional.
Una empresa
de esas
características
no hubiera
hecho un
disco así.
Únicamente
se puede
hacer de este
tipo, con el
cuidado, con
el mimo y la
entrega que
se ha hecho.
Pancho: Tengo
que decir
además, que
todo lo que
es la parte
musical, las
composiciones,
los arreglos,
la dirección
musical, la
coproducción,
todo va sobre
mis espaldas,
pero todo lo
que fue la
postproducción,
fue Paco: el
diseño de la
carátula, el
concepto gráfico...
Así como los
músicos
cuidamos la
parte musical
en este
disco, con el
mismo cariño
y cuidado,
Paco se empeñó
en la
presentación
final. Por
teléfono me
decía:
“Está
bonito, tú
verás”.
Paco: No
sé si la
industria
discográfica
se está
dando cuenta
de la
importancia
de la
presentación
final.
Nosotros
estamos
haciendo
discos como
creemos que
se deben
hacer. Este
disco está
hecho así. Y
como se ha
cuidado la
propuesta
musical, se
ha cuidado la
propuesta gráfica
en función
de una serie
de conceptos,
musicales,
estéticos y
vivenciales.
Apostamos por
una cuestión
singular, que
no estuviera
dentro de los
estereotipos
del mercado,
del sistema y
dimos la
información
que a
nosotros nos
parecía
adecuada. En
la presentación
gráfica
tardamos más
que en la
grabación.
|
Pancho: Es
que yo cuando
compro un
disco y lo
pongo a
sonar, lo
primero que
hago es ver
quién está
tocando. Si
no lo tengo
al frente en
un concierto,
lo tengo que
humanizar
conociendo
los nombres
de quienes
están
tocando y
tratar de
obtener la
mayor
información
posible, en
qué estudio
se grabó,
bajo qué
condiciones,
en qué año,
qué los
motivó a
hacer ese
disco... Eso
me hace
sentir
cómplice de
aquello, lo
incorporo a
mi saco de
recuerdos,
como diría
Pablo
Milanés. Yo
quiero que
quien lo
oiga, cuando
lo haga dos o
tres veces,
empiece a
reflotar la
parte
sumergida.
Pero la
primera
impresión
tiene que ser
entendible y
agradable.
Puede haber
mucha música
en un momento
determinado
ponerla en un
disco. Pero
si yo no
logro la
manera de
hacer potable
aquello, yo
no me lanzo.
Porque luego
la gente no
me va a
entender el
mensaje.
Entonces como
decía Brecht,
la falta de
respeto más
grande que
tú puedes
tener con el
público es
subestimar su
inteligencia.
Porque eres
tú el que
tienes que
encontrar la
manera de
comunicarte
con él.
Así, si Fanía
no lo canta
Candito Zayas
no la
hacemos. Esa
canción a
nosotros no
nos hubiera
salido sin su
voz. Puedo
obviar el
piano, pero
no a Candito.
Me arriesgo a
quitar el
piano. |
Los
inicios:
Chile y música
cubana.
Estuve más
de seis meses
en Chile, en
1971, y
tocamos música
sudamericana,
aprendí los
primeros
criterios de
cómo
organizar un
concierto, cómo
organizar el
repertorio de
un músico...
Con Víctor
Jara fue con
quien más
trabajé.
Viajé a
Chile a raíz
del interés
que despertó
la visita a
Cuba del
grupo chileno
Quilapayún
y del
cantante y
compositor Víctor
Jara. Se pensó
que era bueno
que alguien
llevara
instrumentos
de música
cubana a ese
país. Yo
estuve entre
el grupo de
seis
estudiantes
de música
que se
seleccionó
para el
viaje.
Justamente en
ese tiempo
comenzaba
como
movimiento la
Nueva Trova
Cubana, pero
en Sudamérica
existía ya
el movimiento
de nueva
canción
–incluso
aquí en España–.
para los seis
que viajamos
fue muy bueno
porque
trabajamos
con gente que
ya tenía
experiencia,
que ya tenía
un camino
recorrido.
Posteriormente,
de esa gente,
salió el
grupo Manguaré.
Música
andina.
Cuando empecé
en esto de la
música tuve
un maestro
que me decía
que componer
una canción
o hacer música
con muchas
notas era fácil.
Lo difícil
es hacer música
con pocos
elementos. La
música
andina, la
que se
relaciona de
alguna manera
con Los Andes
o con el
norte de
Argentina
–las sambas–
es básica;
unos cuantos
acordes. Sin
embargo
tienen una
carga emotiva
que para
nosotros los
cubanos
resulta un
poco difícil.
Porque
nosotros
tenemos otro
temperamento.
Hacer esa música
con
autenticidad,
verdaderamente
simple,
implicaba
hacerla más
emotiva, y ahí
estaba el
problema. A mí
me resulta
muy complejo
¿Cómo
resolvíamos
en Manguaré
ese tema?
Usábamos
ciertos
recursos
musicales y
de alguna
manera
especulábamos
en torno a
las raíces
de la música
andina.
Piensa, por
ejemplo, en
la Cantata
Santa María
de Iquique. Íbamos
a ese nivel
de
especulación,
trabajábamos
las quenas
con
contrapunto...
Introducíamos
recursos
instrumentales...
hacíamos
duetos,
metíamos un
cello, un
contrabajo.
La Cantata
la
hacíamos
nosotros en
Cuba, como la
escribió el
maestro Luis
Advis. Yo
creo que es
una obra
maestra. |
|
Para
mí fue muy
valioso el
paso por
Chile. Fue mi
primera
experiencia
internacional
y tuve la
suerte de
conocer el
mundo por una
puerta donde,
del lado de
allá, todos
me recibieron
con los
brazos
abiertos.
Uno de mis
anhelos, una
de las cosas
que le pido a
la vida, es
que no me
prive de
regresar a
Chile.
La
Nueva Trova y
el tambor
Manguaré empezó
en el 71 y
duró hasta
el 87 u 88.
Fue un grupo
que en sus
inicios
articulaba la
canción
cubana, el
son y las de
contenido
social, con
canciones que
provenían de
otras partes
de Latinoamérica.
Se difundió
en Cuba la
quena, el
charango, el
bombo legüero,
el cuatro
venezolano...
A partir de
los ochenta, Manguaré
se acerca
más a la música
cubana por lo
que fue
desplazando a
las otras
influencias.
Había otros
grupos de la Nueva
Trova que
tenían otros
matices. Unos
se acercaban
más al pop,
otros a la
canción política.
Nosotros
trabajábamos
con mucha
fuerza los
elementos
negroides.
Hacíamos
rumba, mucha
percusión.
Eso
tipificaba el
trabajo de Manguaré.
Quizás,
era la nueva
trova más
bailable.
En
la Nueva
Trova sí
había conga,
pero a mí me
daba la
impresión de
que se
trataba de
utilizarla de
manera tal
que no
hiciera mover
los pies.
Siento que
había gente
que no le
interesaba
que el público
al oírlos
moviera los
pies. Más aún,
no le
interesaba el
segmento de
gente que
quería mover
los pies. A Manguaré
sí. Y en
mi caso
personal, sí.
Incluso con
este proyecto
yo hago música
que se nutre
del son
-hombre, si
el son está
bien tocado
debe dar
ganas de
bailar-
aunque si tú
lo escuchas
hay mucha
cancionística,
de manera que
yo lo que me
propongo son
conciertos.
Cuando en
medio de un
concierto, la
gente está
de pie y
baila, yo no
interpreto
eso como una
afrenta. Si
la gente
baila es que
la cosa está
buena.
|
La psiquis
del bailador
.
Cuando
salí de Manguaré,
trabajé
7 años con Adalberto
y su son. Simultáneamente
escribía música
para
documentales
de un
departamento
fílmico de
la televisión
que hacía
programas
sobre fauna,
flora
cubana... en
realidad era
lo que más
me
interesaba.
Lo que hacía
con Adalberto
era una
colaboración.
Pero me
llamaba mucho
la atención
el hecho de
la psiquis
del bailador.
Es curioso
porque
trabajar para
un bailador
implica
cambiar
totalmente
los conceptos
que tú
tienes sobre
cómo se
trabaja un
teatro. |
Lamentablemente
el hecho
bailable, con
mucha
frecuencia,
trae como
resultado que
en los textos
se pierda
mucho nivel
para tratar
de captar la
atención del
bailador. Se
cae en
chabacanerías,
en
vulgaridades...
El
que va a un
concierto está
sentado y te
va a ver a
ti,
solamente. No
mira ni
siquiera al
que tiene al
lado. El
bailador, por
el contrario,
se debate
entre varios
focos de
atención: la
persona con
quien va a
bailar; una
persona a la
que va a
enamorar o se
va a divertir
con ella –o
va a tratar
de capturar
alguna por
allí...– O
se le acabó
la cerveza y
tiene que ir
a buscar más,
y de repente
mira para el
escenario y
ve si la
orquesta está
buena; qué
están
diciendo, cómo
están
sonando. Lo
que hay que
lograr es que
en ese
momentico en
que la gente
te mira haya
un peso tan
grande en la
orquesta como
para que
impacte y que
se quede el
recuerdo.
Creo que eso
es un reto
tremendo.
En
fin, hay
gente que
desdeña la música
bailable. No
es mi caso,
yo la valoro
altamente.
Incluso en
los
conciertos
para la gente
sentada ahí,
utilizo
recursos en
ocasiones, a
discreción
del baile. Y
si por
casualidad la
gente está
de pie, el
grupo sabe lo
que tiene que
hacer. Porque
estamos
preparados
para una cosa
o para otra.
La misma
canción se
enfoca de
manera
diferente en
un lugar que
en otro. Por
ejemplo en el
teatro en un
momento
determinado,
paro, y
converso,
hago un
comentario,
una anécdota...
para
refrescar un
poco el oído
de la gente,
que no sea
tanta música.
Si haces una
anécdota en
un baile se
te va todo el
mundo. En el
baile cuando
todavía no
has terminado
una ya estás
empezando con
otra, para no
darle tiempo
al que está
bailando a
que se siente
para que no
se te
dispersa la
atención.
Son códigos
que hay que
tener claros.
El problema es
que tú
tienes que
hacer
protagonista
a la gente.
No
espectador.
Hay que
transformarla
en cómplice.
Que la gente
sepa que
ellos forman
parte del
concierto. En
Europa también
se puede.
Incluso, fina
y
delicadamente,
sin recursos
tópicos. Sin
que la gente
se dé cuenta
de que tú lo
estás
haciendo
participar.
Seis cuerdas,
tres sonidos
Lo mismo
sucede con el
tres, que
empezó con
el son y que
sólo tiene
tres sonidos
–seis
cuerdas
repartidas
dobles–. El
son creció y
entonces,
quizá por el
hecho de
tener tantos
ingredientes
que lo
conforman –étnicos
si se quiere,
de tantas
regiones de
África, algo
de
influencias
de lo que
entró por
Haití, más
la influencia
ibérica–
es quizá el
género donde
más
equilibrado
están todos
sus
ingredientes.
El hecho de
tener tantos
le permite
también
ajustarse más
a otros géneros
e invadirlos,
y, a la vez,
permitir que
otros sonidos
se metan en
él. |
|
Entonces, ha
crecido de
una manera
–se ha
contaminado
positivamente–
que ahora los
que tocamos
el tres con
aquellas tres
cuerditas nos
vemos
obligados a
hacer crecer
un
instrumento
que se
concibió de
una
determinada
manera y que
si la cambias
ya no es
tres. Eso es
un reto.
Música
en blanco y
negro (algo
de historia)
Durante los años
cuarenta y
cincuenta había
–ahora
estoy
especulando
porque me
interesa el
tema–
discriminación
racial en
Cuba como
para que los
negros
bailaran en
un lado y los
blancos en
otro. Me
acuerdo que
cuando yo tenía
siete años,
mis padres me
llevaron a
una verbena
donde sonaba
una orquesta
de charanga.
Había una
cerca que
dividía el
parque. A un
lado los
blancos y al
otro lado los
negros. Yo
llegué a ver
eso.
Había
conjuntos de
negros y
conjuntos de
blancos. Unos
se
especializaban
en tocar en
bailes de
negros y los
otros con los
blancos. Y a
veces no tenía
nada que ver
con el color
de la piel.
Era la
sonoridad.
Chapottín,
Arsenio, el Conjunto
Modelo,
Estrellas de
Chocolate, eran
conjuntos de
negros.
Sonaban de
esa manera.
Por el otro
lado, Casino
de la Playa,
Los Jóvenes
del Cayo, y
otras, eran
conjuntos de
blancos. Pero
curiosamente
quien le hacía
los arreglos
a Casino era
el Niño
Rivera, que
era negro,
pero escribía
como blanco.
Así, la Sonora
Matancera, que
era un
conjunto de
negros sonaba
como blanco;
sonaba
blandito.
Sonaba
blanquito, tú
sabes. Tú oías
a bandas como
la de Benny
Moré y te
sonaba negro.
Y había
bandas, como
la Riverside
que te
sonaban a
blanco. La
forma como se
escribía,
por la
africanía
que tuvieran,
y eso dependía
de dónde
tocaran, a qué
público se
dirigían,
sonaba de una
u otra
manera. Después,
cuando se
abolió eso y
se tocaba
para todo el
mundo, esa
diferenciación
se perdió.
|
Jazz
cubano
A
mí lo que me
cuesta
trabajo es
identificar
el jazz
latino. Yo no
lo veo por
ningún lado,
salvo algunas
cosas, como
Paquito
D’Rivera
que de
repente hace La
flor de la
canela o
toca una
samba
brasileña o
un tango. Yo
creo que
Paquito hace
jazz latino,
y así puede
que haya
algunos
otros,
incluso
Piazzola,
pero todo lo
que lleva
“cum-baca
chum-ba pa-qui-tín
pu pum”,
eso
“pa-qui-tín
pu pum”, es
cubano. No
entiendo por
qué le dicen
latino.
Hubo
en Cuba un
pianista
emblemático
desde el
punto de
vista del
jazz, Felipe
Dulzaides. Un
pianista
empírico.
Era
inconcebible
cómo ese
hombre
conocía
cabalmente el
mundo del
jazz. Con un
grupo que
tenía de
gente muy
joven, sonaba
muy bien y lo
hacía con un
lenguaje
cubano. Por
allí pasó
por ejemplo
Changuito,
Sergio Vitier...
formó a
mucha gente. |
A finales de
los cincuenta
se empieza a
crear un
movimiento en
Cuba: las
descargas. A
ellos los unía
la afinidad,
la amistad.
Cachao, Frank
Emilio,
Guillermo
Barreto, Tata
Güines, el
Negro Vivar,
El Niño
Rivera,
Richard Egües,
Pérez, el
saxofonista,
Peruchín. Se
hicieron
algunos
discos de
aquellas
experiencias.
Lamentablemente
muy pocos. Es
una música
con una cubanía
tremenda y
mucha
musicalidad.
Lamentablemente,
después...
En Cuba ahora
hay una
corriente de
jazz muy
fuerte, pero
yo diría que
más que
jazzistas hay
jazzeros. Hay
mucho
muchacho que
a la hora de
improvisar
van para
arriba y para
abajo echando
notas pa’
un lado y
notas pa’l
otro. A mí
no me dice
nada. Por el
contrario,
aquella gente
de las
descargas
articulaba de
una manera
muy lograda
los elementos
del jazz con
la música
cubana y
dicho cada
cual a su
manera, en su
propia voz.
Había
originalidad.
Ahora, con
suerte...
Bueno, también
hay que tener
en cuenta que
los años
hacen
reflexionar a
la gente.
Muchos de los
que vi hace
unos años
que eran
jazzeros, ya
se están
transformando
en jazzistas.
Oí un disco
hace poco,
dos días
antes de
salir para acá,
un homenaje a
Emiliano
Salvador. Lo
estaban
matizando.
Los arreglos
eran de Juan
Manuel Ceruto,
un muchacho
flautista y
saxofonista.
Tiene uno de
Puerto Padre,
con un nivel
de madurez...
Donde los
elementos
cubanos están
donde tienen
que estar. Te
das cuenta de
que aquello
está hecho
por un
cubano. Hay
un momento
que, si te
pongo ese
trocito de un
mambo que hay
al final, un
montuno, tú
puedes pensar
que es la
orquesta de
Benny Moré.
Porque todo
está tan
transparente;
la raíz es
Cuba y te das
cuenta de los
elementos
contemporáneos,
que vienen
del
enriquecimiento
que tiene el
jazz, cómo
se ha ido
incorporando,
porque la
mezcla, la
dosificación,
es mucho más
oportuna, más
lograda, más
satisfactoria.
Ahí se puede
apreciar el
talento. Yo
salí
encantado. En
Ceruto, y en
esos
muchachos
intuyo
–olfateé–
lo mismo que
en aquellas
descargas
cubanas de
hace años.
Hombre, con más
recursos técnicos,
otra época,
más nivel,
pero los
ingredientes
puestos en el
papel;
pensados.
Si te digo lo
contrario,
que el exilio
y el
encuentro de
culturas no
es una
vitamina para
la música,
niego lo que
soy. Yo soy
el hecho de
la fusión de
muchas
culturas. La
música
cubana está
tan viva
precisamente
por la
cantidad de
elementos tan
grandes que
la componen.
Y el hecho de
relacionarla
todavía más
con otras
latitudes la
enriquecerá
más, además
que la
música
cubana
enriquecerá
también
otras. |
|
La bolita en
la rama
Salvo
excepciones
las bandas
bailables están
haciendo
muchos
refritos. Es
decir,
elaboran
sobre algo
que ya está
elaborado. No
sobre la raíz.
Y hay que
elaborar
desde la raíz
para que se
note en qué
rama pusiste
la bolita del
árbol de
Navidad. Pero
si no se sabe
de qué lugar
salió la
cosa, empiezo
a poner bolas
por allí y
por allá, y
lo que se me
forma es una
locura. También
hay quien se
sube a
pelear.
Siento a
veces como
que se suben
a apretar,
son muchachos
muy jóvenes,
“ah, yo
pongo más
que tú” y
entonces va a
echar más
nota pa’lante
que el otro y
entonces...
Es que la música
la conciben
como para
competir y no
se dan cuenta
que es para
compartir. Yo
lo veo como
el refrito,
con tantos
ingredientes
y simultáneamente
tratan de ser
protagonistas;
no hay manera
que tú
puedas
filtrar la
información...
Es que te está
hablando
cinco
personas a la
vez en
lenguas
distintas y
no puedes
entender lo
que dicen.
Cubanismo y
Afro Cuban
All Stars son
una excepción.
Salsa - son.
Palmieri
Sí tú dices
salsa estamos
de acuerdo
porque la
salsa es son.
Hay matices.
Por ejemplo
Willie Colón
está más al
extremo. Tú
te encuentras
con una banda
de salsa como
la de Joe
Arroyo, donde
a todas luces
te das cuenta
que es
colombiana. Y
siempre se le
sale la costa
por algún
lado. Pero si
ves a Pacheco
con Celia
Cruz, eso es
Cuba. Cuando
tu oyes a
Oscar D’León,
eso es Cuba.
Palmieri es
Nueva York.
Hay un híbrido
interesante.
Palmieri
elabora a
partir de
elementos muy
simples. Las
grandes
descargas de
Palmieri son
casi siempre
sobre tumbaos
de un solo
acorde o de
dos. Él va
al montuno básico.
Permite fácilmente
darte cuenta
de dónde está
la elaboración.
La raíces
que utiliza
Palmieri son
elementales.
Incluso tiene
sus
detractores.
Hay pianistas
que dicen
“habría
que ver a
Palmieri
tocar sobre
una secuencia
de acordes
interesantes
a ver qué
hace”. Yo
digo que habría
que ver al
que toca
sobre una
secuencia de
acordes
“interesantes”,
qué hace ahí,
con los dos
acordes.
Coda:
Redescubriendo
a Lilí Martínez
Tú sabes cómo
llega Lilí
Martínez a
la orquesta
de Arsenio?
Rubén González
era el
pianista de
Arsenio y le
proponen un
contrato para
irse unos años
a Venezuela y
se lo comenta
a Arsenio.
Arsenio se le
tira al suelo
porque Rubén
es un
tremendo
pianista.
“Yo me voy,
pero el que
va a venir pa’
ca no te va a
dejar espacio
para que
sufras. Te va
a poner a
gozar esto
aquí. Es un
tipo de Guantánamo”.
“¿Cómo me
vas a traer
un oriental
pa’ca,
ahora? En
Guantánamo
no hay
pianistas...”
dice Arsenio.
“Oye”, le
contesta Rubén,
“Este
oriental es
el hombre”.
Así llegó
Lilí Martínez
a La Habana.
Un pianista
cubano del
mundo clásico,
Frank Fernández,
preparaba un
tema
instrumental
para
relacionar lo
clásico con
el son. Hizo
una composición
que tituló
Son Guantánamo.
Empezaba con
una cadencia
como de
concierto de
Rachmaninov,
mucha
voluptuosidad,
esos brillos
del período
romántico o
post romántico.
Lentamente se
iba
conectando
con algunos
esquemas del
son hasta que
devenía en
un montuno
tipo Palmieri,
de dos
acordes. Él
fue mi
profesor y un
día me llama
porque quería
hacerme unas
preguntas.
“Ya me
escuché a
Papo Lucca, a
Rubén González,
a Peruchín,
a Frank
Emilio, a
Eddie
Palmieri...”
Se había
escuchado a
todo el
mundo. Y le
digo “Es
que te falta
a un tipo
fundamental,
vital y quizá
el punto de
partida, Luis
Martínez Griñán,
Lilí”. Y
me contesta
“¿Y ese
quién
es?”. Lo
localizamos
en el Tropicana.
Ahí
estaba
tocando con
Estrellas de
Chocolate.
Cuando
llegamos, veo
a Lilí
sentado en
una
escalerita. A
todas estas,
yo no conocía
a Lilí que
no fuera de
la televisión
y de los
discos. Me
dice Frank
que me vaya
yo adelante
porque
pensaba que
era mejor que
yo lo
introdujera.
Le digo:
“Maestro
Lilí” y se
queda mirando
y me dice
“Coño,
muchacho ¿qué
tú haces por
aquí?” y
se levanta y
me da un
abrazo y me
quedo muy
sorprendido.
Y cuando me
da el abrazo
y queda por
arriba del
hombro ve al
otro y me
suelta. Me
echa pa’un
lado y dice,
“Maestro,
¿y qué hace
usted aquí?”
Frank le
explica “Yo
vine a verlo
a ver si
usted me
puede dar
alguna idea
en torno a la
improvisación,
ya que yo
vengo del
mundo clásico...”.
“No,
maestro”,
le contesta
Lilí, “A
usted no hay
que enseñarle
na’”
|
Al otro día
fuimos a casa
de Frank con
Lilí y
llevamos una
basesita de
tumba y bajo.
Resultado:
nos echamos
tres horas
ahí. Una
hora fue
cómo Lilí
le explicaba
a Frank lo de
las
improvisaciones,
y las otras
dos horas,
que fueron
las primeras,
fue Lilí
preguntándole
a Frank sobre
cómo
sorteaba
ciertos
problemas de
digitación
de algunos
conciertos.
Le decía
Lilí:
“Aquí en
el concierto
número 1 de
Tchaikovsky
hay una
escala, que a
mí me queda
muy incómodo
esto, ¿Qué
es lo que
pasa?” y
Frank le
dice:
“¿Qué
edición es
la que tú
tienes?”.
“La Pierce”
le contesta
Lilí. “Con
razón”,
dice Frank,
“Esos son
unos
comercialistas,
chico, tú
tienes que
buscarte...“
y le ponía
su libro y
así fueron
resolviendo
problemas. Es
decir que
Lilí tenía
un
conocimiento
y una
curiosidad
musical
impresionantes.
No se perdía
ni un
concierto de
la Sinfónica
cuando había
piano. |
Qué increíble
cómo ese
hombre jugaba
con el ritmo.
Los números
que él hacía,
la gracia, la
simpatía, la
fuerza de
aquel
conjunto. Lilí
intelectualizó
la negritud
del conjunto
de Arsenio.
Él lo cogió
y enalteció.
Ahí
humildemente,
detrás de su
piano, pero
cuando coges
un disco de
Chapottín o
Arsenio,
después de
que entró
Lilí...
Todos los
arreglos eran
de Lilí. Y
los números
de esa época
eran casi
todos
escritos por
él. Lilí
era el
director
musical. Si
el anonimato
tuviera
estatura, Lilí
Martínez sería
el Everest.
Porque se
habla mucho
de Arsenio,
de Chapottín...
Pero el
cerebro, a mi
modo de ver
fue Lilí
Martínez.
Arsenio fue
una cosa
antes de Lilí
Martínez y
otra después.
Cuando entró
Lilí, todo
cambió.
* Santiago
Auserón es
un músico
español
–fundador
del grupo
Radio
Futura–. A
principios de
los años 90
hizo una
importante
investigación
sobre la música
cubana que se
plasmó en
una colección
recopilatoria
de música
cubana (Semilla
del son). Posteriormente
editó un álbum
de su autoría
(Juan
Perro, Raíces
al viento) donde
participa
Pancho Amat.
Cortesía
de "Los
que Soñamos
por la Oreja"
Boletín
de Música
Cubana
Alternativa
Tomado
de www.anapapaya.com
Madrid,
diciembre de
2000.
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