Esa
música de
tierra
adentro
Raúl
Martínez
Rodríguez|
La
Habana
Las
primeras
referencias
históricas
aparecen a
mediados del
siglo XVIII,
aunque es
conocido
desde mucho
antes con la
redondilla de
diez versos
en el siglo
XVI, en Cuba
y en toda la
América, con
el poeta y músico
andaluz
Vicente
Espinel, algo
que, sin
duda, es la
base de la décima
en la música
de tierra
adentro en
nuestro país.
Justo
Vega y Adolfo
Alfonso.
|
En
Cuba, además
del idioma
español y la
religión católica,
se estuvo
recibiendo
durante
varios siglos
los aportes
culturales
del pueblo
español. Fue
muy
significativo
desde los
primeros años
de nuestra
colonización
la presencia
en sitios
rurales
apartados
como ingenios
azucareros,
cafetales,
vegas de
tabaco y
haciendas de
ganado,
conformados
por grupos de
labriegos,
emigrantes en
general y
gente rústica
en busca de
mejoras económicas
de
procedencia
andaluza, de
Extremadura y
de las dos
Castillas y
León. Todos
también se
mezclarían
con nuestros
aborígenes y
primeros
esclavos
negros
africanos.
Desde
épocas
tempranas, en
toda esa
especie de
mosaico hispánico
se unieron
masivamente
familias
enteras
venidas de
Islas
Canarias, con
sus milismáticas
isas y
folias, con
sus melodías
ternarias
entonadas por
voces agudas,
nasales y
bien acompañadas
por grupos
integrados de
guitarras,
bandurrias,
tiples y
otros
instrumentos
de cuerdas
tocadas con
púas o
pulsadas.
Eran
géneros
cantables y
danzarios,
venidos del
cante jondo
dentro del
mejor estilo
de bulerías,
las
seguidillas,
las peteneras
y las rondeñas
—de Andalucía—;
el fandango
de Huelva y
Granada; las
ternarias,
danzas
zapateadas
muy presentes
en nuestros
cantos, y el
punteado
escubillado,
de nuestro
tempranamente
desaparecido
zapateo
cubano. Sin
duda, tales
aportes,
procedentes
de todas
estas formas
cantadas y
bailadas,
transplantadas
en nuestras
tierras, son
los
antecedentes
verdaderos
con los
cuales se
nutrió
nuestro
denominado
punto
campesino o
guajiro,
representado
por varias y
peculiares
tonadas
ternarias muy
unida a una décima
preferiblemente
improvisada.
En
estos modos y
estilos
durante su
evolución
histórica se
fueron
desarrollando
características
poéticas,
melódicas y
rítmicas,
según las
regiones
de su origen,
por las
cuales
podemos
diferenciarlos.
Son
vivencias
formadas no
por una
asimilación
académica,
sino por una
transmisión
oral o
imitación,
aunque puede
ser escrito
como todo
folklore
espontáneo
popular.
Las
primeras
referencias
históricas
aparecen
desde
mediados del
siglo XVIII,
aunque es
conocido
desde mucho
antes con la
redondilla de
diez versos
en el siglo
XVI, en Cuba
y en toda la
América con
el poeta y músico
andaluz
Vicente
Espinel, algo
que, sin
duda, es la
base de la décima
en la música
de tierra
adentro en
nuestro país.
Laúd
|
El
punto dio
origen —ya
con elementos
afroides— a
danzas como
la caringa,
el pollo y al
zapateo, en
el cual en
sus inicios
se alternaba
con una parte
cantada y una
bailada en
pareja, hasta
que se
hicieron
independientes
prevaleciendo
hasta
nuestros días
la vocal
interpretada
especialmente
por un
solista.
Para
su aparición
tuvieron que
evolucionar
de generación
a generación
todos estos
elementos de
origen
hispano y
poco después
con el
africano, lo
cual motivaría
el llamado
mestizaje
musical en
nuestro país
representado
por el son.
En el punto
se define
mucho más
claramente
los elementos
de la música
española
tanto en el
ritmo, en la
melodía y en
la poesía,
así como en
el acompañamiento
de la cuerda
pulsada. En
él se
representa la
unión de una
décima
improvisada
por un cantor
repentista, métricamente
dicha en tres
por cuatro y
en seis por
ocho, con una
tonada en
tonos mayores
y en algunos
casos en
tonos
menores, las
cuales
tienden a
estar dentro
de una escala
modal sin
sensible.
Los
temas pueden
ser muy
libres como
el amor a la
mujer y su
belleza, la
patria, la
naturaleza,
la filosofía
y el humor,
entre otros
aspectos.
Entre sus
estudiosos
existe un
criterio
bastante
generalizado:
dentro del
punto
campesino hay
solo dos
estilos base,
el libre y el
fijo, y
algunas
variantes las
cuales se
pueden
identificar
por el lugar
o la forma de
cantar el
poeta y
características
de su tonada.
El
punto libre
—«pinareño»
o de «Vueltabajo»—
es tiempo
lento y fuera
de toda
regularidad métrica,
con un acompañamiento
cantable
llenos de
giros melódicos
y rasgueos.
Es muy
preferido por
los
repentistas
cantadores
porque se
tiene mucho más
tiempo para
encontrar las
palabras para
hacer la décima.
Ha sido un
estilo muy
usado en las
provincias
como Pinar
del Río, La
Habana y
parte de
Matanzas.
El
conocido por
punto fijo
—«en clave»
o «camagüeyano»—
es todo lo
contrario,
pues se canta
o acompaña
en tiempo muy
fijo, con un
aire
inalterable.
Al poeta se
le hace muy
difícil
improvisar y
buscar el
verso sobre
la melodía
sincopada y
sujeta al
ritmo. Es un
estilo que se
puede
localizar en
las
provincias
como Villa
Clara y Camagüey
y en algunas
partes de las
provincias
orientales.
Quizás,
los
antecedentes
de esta
modalidad se
encuentran en
el zapateo
cubano, un
baile que
existió en
el siglo XIX
entre los
campesinos
cubanos, de
parejas
sueltas de
ritmo muy
fijo
semejante a
las danzas
españolas
zapateadas,
que aún
existen en
toda
Hispanoamérica.
Tomando
siempre como
patrón estos
estilos
fundamentales,
se puede
diferenciar
otras
variedades
con tonadas
que imitan
acriolladas
seguidillas
sevillanas,
las cuales se
pueden hacer
dentro del
estilo pinareño
y camagüeyano.
En ellas el
cantor entona
ininterrumpidamente
varias décimas
con su tonada
sobre un
acompañamiento
muy flexible.
Otra
forma poética
cantada
—muy difícil
pero
gustada— es
la
controversia.
Se trata de
un encuentro
entre dos
adversarios
poetas, los
cuales pueden
ser dos
hombres, dos
mujeres o una
mujer y un
hombre con
criterios
opuestos
sobre un
asunto o
tema. Se
conoce de
trifulcas y
riñas
producidas
cuando
algunas de
las partes en
medio del
calor de la
cantada
discusión ha
habido una
ofensa
personal. En
el «pie
forzado»,
otra
variante, al
poeta
repentista le
dan un verso
con el cual
obligatoriamente
tiene
que terminar
cada una de
las décimas
que se cantó.
El
punto
espirituano o
«cruzado»,
requiere de
dos voces
dotadas y
afinadas,
pues se
cantan armónicamente
a dúo y con
décima
aprendida. La
línea melódica
se efectúa
sincopada o
«atravesada»
con relación
a los
instrumentos,
los cuales
suelen ser
con un ritmo
fijo y
alegre. Su
nombre y uso
proviene de
la provincia
de Sancti Spíritus,
al centro de
la Isla.
En
la provincia
de La Habana,
cercana a la
capital del
país, y por
ser una zona
también
azucarera y
de gran
desarrollo
económico y
cultural
son
conocidos
todas las
variantes de
los estilos
de puntos
cubanos
surgidos en
otras
regiones de
nuestro país.
La presencia
de cantores
de varios orígenes
y tendencias
en la
programación
de la radio y
más tarde la
televisión,
fue factor
determinante
para el
conocimiento
de estilos y
tonadas
diversas.
La
notable musicóloga
cubana Carmen
María Saens
ha localizado
en el
municipio
habanero de
Quivicán
otros puntos
de carácter
más
localista
como El
Flamboyán y
El Bicoro. El
primero habla
de las
bellezas
naturales del
lugar y el
otro alude a
la lengua
africana de
origen
carabalí de
los Abakuá
—sociedad
de
hombres—,
tema raro
entre los
campesinos,
pero muy
frecuente en
las zonas
urbanas.
En
Santiago de
Cuba, Granma,
Holguín y
Guantánamo
—en general
en las
provincias más
orientales de
Cuba— el
punto
campesino no
tiene tanta
incidencia
como en el
resto de la
Isla. Las
agrupaciones
y vocalistas
del campo
oriental, en
especial las
de las zonas
montañosas
serranas,
responden a
la fuerte
tradición
del son
montuno.
Antiguamente
los conjuntos
instrumentales
de esta región,
junto con los
obligados
cordófonos
acústicos,
como la
guitarra, el
tres o el
cuatro
(especie de
guitarra de
tres o cuatro
cuerdas
posiblemente
derivados de
la bandurria
española),
la marímbula
o botija, un
pequeño
tambor,
bongoes, de
procedencia
africana, las
claves, las
maracas, güiro
y el guayo de
metal, se le
podía añadir
un acordeón
y la «marimba»,
lo cual le
permitía
abordar tímbricamente
no solo
sones-montunos,
sino otros
ritmos caribeños
extranjeros
como el
merengue
dominicano y
la cumbia
colombiana.
Tres
|
En
toda nuestra
isla estas
agrupaciones
pueden
dividirse orgánicamente
desde los más
primitivos,
para
interpretar
el punto,
hasta los más
desarrollados
y ampliados,
para el
acompañamiento
de otros géneros
de mayor
influencia
africana,
como el mismo
son, la
guaracha, el
changüí, el
sucu-sucu y
el bolero «soneado».
Muy
asociado el
punto a la
manera
antigua se
encuentran
instrumentos
como el tiple,
el laúd y la
mandolina,
venidos también
de España.
De estas
agrupaciones
se tiene
referencia
escrita desde
el siglo
XVIII a
medida que
fueron
evolucionando
con un mayor
contacto con
los sectores
urbanos de
mayor
desarrollo
cultural y
musical.
Los
que se oían
en la radio,
fueron
perdiendo un
poco esa
sonoridad tímbrica
original
por un
patrón único,
con cambios
armónicos y
sonoridades
por sustitución,
inclusión de
instrumentos
musicales de
mayores
posibilidades
como el
contrabajo,
el laúd
criollo, el
tres
electrificado,
una trompeta,
dos
tumbadoras
(congas),
paila criolla
y el
cencerro,
entre otras.
Desde
el pasado
siglo existen
en nuestro país
agrupaciones
y vocalistas
profesionales,
con una
meritoria
labor de
rescate y de
promoción de
nuestro
folclor
rural, entre
ellos el
Cuarteto de
Trovadores
Cubanos, del
Bando Rojo,
con el
laudista
Alejandro
Aguiar; El Trío
Ariguanabo,
del Bando
Lila y su
laudista
Antonio
Cairo; el
Grupo Fortún
del Sol (Colorín),
del Bando
Tricolor, o
el Trío
Espirituano,
del cantante
y guitarrista
Evelio Rodríguez
Plaza.
Alejandro
Aguiar y Raúl
Martínez.
|
Pueden
recordarse
los conjuntos
que
dirigió el
maestro
Eduardo
Saborit
—autor de
famosos sones
y guajiras
como las
nombradas «Conozca
Cuba primero»,
«La
guayabera»,
y «Cuba, qué
linda es Cuba»—,
las
agrupaciones
Palmas y Caña,
Campo Alegre
y Los
Montunos,
integrados y
fundados por
los
excelentes
laudistas
Miguel Ojeda,
Raúl Lima y
José Manuel
Rodríguez,
respectivamente,
y el Conjunto
de Bárbaro
Torres (laudista).
Eduardo
Saborit.
|
Por
los años 30
del pasado
siglo se
inician los
primeros
programas
radiales
dedicados a
la música de
nuestros
campos con
nombres como
Rincón
criollo, Cómo
piensan los
cubanos, El
guateque de
Apolonio
(llevado al
canal 2 de
TV. en la década
del 50), (con
José Ramón
Sánchez «El
Madrugador»),
Serenata
criolla,
Patria
guajira,
entre otros
muchos.
Algunos de
estos
espacios se
transmitían
desde
emisoras muy
poderosas
como la CMQ y
RHC Cadena
Azul y otras
más modestas
como Radio
Mambí, Radio
Cadena
Habana, Radio
Salas y otras
semejantes.
En las mismas
actuaban
excelentes
repentistas,
entre los que
estaban
Justo
Vega y
Patricio
Lastra, Las
Rubias y las
Trigueñas,
defendidas
por Chanito
Isidrón y
Nena Cruz «la
Calandria»,
Tricolor y
Azul, con la
famosa tonada
de Fortín
del Sol «Colorín»
y famosos
poetas como
los casos de
Orlando
Vasallo,
Miguel
Alfonso Pozo
«Clavelito»,
Rigoberto
Rizo, José
Marichal,
Adolfo
Alfonso, Jesús
Orta Ruiz «Indio
Naborí» y
el famosísimo
Joseíto Fernández,
autor de la
«Guajira
Guantanamera».
La
personalidad
más
prestigiosa y
legendaria
dentro de
nuestra música
campesina,
sin duda, lo
es nuestra
Celina González
la muy
justamente
apodada Reina
del medio
punto. Es la
personalidad
más fuerte
del
movimiento
del folclor
rural en
nuestro país.
Ex integrante
del dúo de
Celina y
Reutilio y
muy famosa
por su alto
nivel como
vocalista y
auténtica en
todos los
estilos de
tonadas y
puntos.
En
Cuba la
música
campesina
tiene
un lugar
importante en
el gusto del
pueblo
cubano. Periódicamente
se organizan
las jornadas
«Cucalambeanas»,
en Las
Tunas,
dedicada a la
figura
mítica de
Juan Cristóbal
Nápoles
Fajardo (El
Cucalambé),
nuestro
primer
cultivador de
letrillas,
sonetos,
redondillas y
especialmente
de la décima
campesina y a
su vez el
cantor más
importante en
el siglo XIX
en Cuba.
|