Boris
Larramendi
"Yo no tengo la culpa"
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Larramendi anda inmerso en promover su ópera prima, titulada
"Yo no tengo la culpa", editada por el sello Zomba Records y con la producción de Alejo
Stivel, una figura que está de moda en la industria musical hispana y que al parecer se ha enganchado con los cubanos si se piensa en que ha realizado trabajos con gentes como Moneda Dura y Kelvis Ochoa.
Joaquín
Borges-Triana | La Habana
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En este banco no nos vamos a fundir
prende el cigarro, nadie nos lo va a prohibir
¿Sabes qué pasa?
Todo se vuelve más liviano, más sutil
algo da vueltas, no soy yo pero está en mí
¿Sabes qué pasa?
En un parque, en la ciudad,
siempre hay un sitio que no te rechaza.
Nos reímos tanto ya,
mírame Silvia, tú sabes qué pasa.
Se abren las puertas, todo vuelve a estar aquí
la noche cuelga desde el cielo sobre mí
¿Sabes qué pasa?
Tu luz me inunda desde el centro voy a mil
y soy tan libre ya, mi amor, soy tan feliz
¿Sabes qué pasa?
En un parque, en la ciudad,
siempre hay un sitio que no te rechaza.
Nos reímos tanto ya,
mírame Silvia, tú sabes qué pasa.
Bésame, Silvia, tú sabes qué pasa.
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He querido comenzar estas breves aproximaciones a la obra creativa de Boris Larramendi reproduciendo el texto de una composición suya titulada «Silvia
knows» y que, pese a los años que tiene de haber sido escrita, continúa siendo mi favorita dentro de los muchos y buenos temas realizados por este otrora integrante de la cofradía de 13 y 8. Mi especial predilección por la pieza responde a diversas razones, entre las que podría mencionar que me trae evocaciones muy personales de una historia que viví por entonces. Pero si de por sí no existieran tales asociaciones, nunca olvidaré la excelente versión de la mencionada canción que Boris hacía con Nadia
Nicola, una de las voces femeninas cubanas que más me ha subyugado y que de manera en extremo lamentable se ha perdido como intérprete en el tiempo.
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Como apunté anteriormente, desde el punto de vista generacional Boris pertenece al grupo de cantautores que sale a la palestra pública hacia fines de los ochenta. De las primeras cosas que le escuché cantar me viene a la mente «Diluvio», una composición de los días cuando con otros amigos compartía la hoy célebre peña de 13 y 8, un período en que, además de su quehacer en solitario, hacía un dúo ocasional con Raúl Ciro. Después de aquello vendría su vinculación con el proyecto Te doy otra canción y las noches de presentaciones en la Casa del Joven Creador.
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De esa etapa, se destacan piezas como «Nena, a partir de ahora no habrá nada que pueda interponerse en mi camino» y «La invitación», un corte que ejemplifica a la perfección la ironía e irreverencia que desde un primer momento ha signado la propuesta de
Larramendi.
Vendría luego la gratificante experiencia con el grupo Debajo, en el que los elementos de la música cubana se mezclaban con los aires del
grunge, sin duda alguna la sonoridad rock de mayor influencia durante la primera mitad de los años noventa, para entregar lo que cabría definirse como una cautivante muestra de rock de inspiración latina y aproximación callejera. Con esta formación participa en el álbum compilatorio Habana Oculta, en el que se incluyen sus temas «Enfermera» y «El sabor del fin». A ello le seguiría la vinculación con Habana Abierta, la singular agrupación de amigos con similares experiencias, credos estéticos, influencias e intenciones artísticas, taller creativo considerado por muchos estudiosos del panorama sonoro de nuestro país de los noventa hacia acá como la experiencia más subversiva que ha pasado por la música popular cubana en tanto su capacidad de fusionar lo nacional con adiciones y mezclas foráneas.
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Las contribuciones de Boris en los discos Habana Abierta y 24 horas así lo corroboran, sobresaliendo en especial su contagiosa y transgresora pieza «Marchen bien» y las hechas en coautoría con otros miembros del proyecto, como sucede en «La algarabía» (con Kelvis Ochoa) o en «24 horas» (con Kelvis y Vanito).
Ahora Larramendi anda inmerso en promover su ópera prima, titulada Yo no tengo la culpa, editada por el sello Zomba Records y con la producción de Alejo
Stivel, una figura que está de moda en la industria musical hispana y que al parecer se ha enganchado con los cubanos si se piensa en que ha realizado trabajos con gentes como Moneda Dura y Kelvis Ochoa. Confieso que su estilo de producir no es del todo de mi agrado pues en mi criterio él gusta de enterrar demasiado el sonido de las guitarras en los discos a su cargo, lo cual quita fuerza a más de un tema. Creo que justamente eso es lo que sucede en el CD de Boris, en el que añoro la dosis de energía que los músicos acompañantes, es decir, el grupo Los Frikis (integrado por Haru Mori en el bajo, el guitarrista Nan Sam y Kiki Ferrer en la batería), están en condiciones de
brindar.
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A tono con el interés de colar el material en un circuito como el español, se percibe la presencia del punk, un estilo de mucha popularidad por aquellas tierras, ligado con aires latinos. Son composiciones en las que el cantautor renuncia a la vocación experimental que tipificó su obra hasta que él pasara a radicar en Madrid, por lo cual la propuesta se torna más ligera y marchosa. En tal sentido, los textos de la mayoría de las doce canciones aquí reunidas ya no hablan de los conflictos generacionales como hacía antaño, sino de problemas personales de un cubano afincado en España y que a todas luces busca la rápida comunicación con una determinada audiencia. Entre los mejores momentos del fonograma mencionaría «Una de dos», «Llévame allí», «Lo quiero ahora» y «Marea (pero me encanta)», una pieza compuesta e interpretada con Alejandro Gutiérrez y que posee una fuerza endemoniada. Si bien sé que Boris Larramendi podría hacer un disco mucho mejor, visto como un álbum descargoso con claras intenciones comerciales, este no está nada mal. A fin de cuentas, yo no tengo la culpa de haber conocido su trabajo cuando todavía él no tenía que preocuparse por el mercado, el comercio y cosas así.
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Cortesía
de "Los que Soñamos por la Oreja"
Boletín
de Música Cubana Alternativa
(ir
a musicales)
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